lunes, 5 de noviembre de 2012

Redacción

Algún día diré todo lo que realmente pienso, algún día escribiré todos los versos que llevo tatuados en el corazón y lloraré todas las lágrimas que siento. Algún día me escucharéis gritar todas las injusticias que se me atragantan y aprovechar todos y cada uno de los segundos de un minuto. Algún día me veréis realizar todos y cada uno de mis sueños y podréis escucharme cantarle a la vida y a sus mil maravillas...
Al mundo, a la naturaleza...
¿Cómo algo tan increíble puede ser real? ¿De verdad pensáis todavía que hay ilusiones imposibles?
Pues daros cuenta de que no podéis coger ni ver el viento, pero podéis sentirlo y sabéis cuando está ahí. Fijaos bien en todo lo que os rodea, pensad y preguntad... ¿Cómo es posible? ¿Cómo son posibles el mar, el aire, la música y la poesía? ¿Y las mariposas? ¿Y la arena?
Hacedlo algún día y algún día lo haré yo también. Lo haré todo. Y algún día os lo contaré, y cuando lo haga, veréis quién soy realmente, y lo veré yo también. Y me haré, poco a poco. Y poco a poco, algún día, después de haber hecho todo lo que siento, me daré cuenta de que nunca nadie llega  a ser uno mismo completamente.
¡Que pena que existan las cadenas! Que pena que a veces tengamos que mordernos la lengua, que a veces tengamos que contenernos para no hacer daño... Y eso, al final, será quienes somos, nos lo enseñará, porque dado que nunca somos libres del todo, lo que hagamos frente a ello, las decisiones que tomemos y nuestros actos también nos harán a nosotros.
Y por fin, después de todo, seremos quienes somos.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Eleanor Rigby

Era un día gris, y allí estaba yo, en mi sitio favorito: La biblioteca.
Sentada en mi mesa de siempre, entre dos estanterías, poesía, teatro y biografías...
En mi sitio de siempre, a la derecha, frente a la ventana.
Era otoño, fuera llovía y el cielo estaba cubierto completamente por unas nubes que auguraban lluvia. El viento movía los colores otoñales que llevaban puestos los árboles, y se llevaba las hojas a algún lugar desconocido, más allá del tiempo...
Y ese día, olía a café. Sí, la biblioteca olía a café molido, recién hecho, a mañana... a despertar.
Café, libros y otoño... y yo, en el paraíso.
Entonces, mientras me perdía en algún lugar, una chica se sentó delante de mí. Era... era rubia, rubia arena... y tenía unos ojos enormes, y rojos, como si hubiera acabado de llorar...
Me sentí rara, la soledad y el desorden se le reflejaban en la piel, la inseguridad, la tristeza... y sin embargo, estaba tranquila, como si ya lo hubiese aceptado, como si se hubiese resignado a vivir entre las sombras incluso estando expuesta a la luz, a pasar desapercibida, incluso estando delante de tus ojos.
Empezó a sacar un montón de hojas, sin orden, y me fijé en su letra. No era más que un garabato impreciso, una raya efímera de nada, el nerviosismo escrito y mostrado, el caos de la soledad... También sacaba todo el rato un pañuelo del bolsillo, y respiraba como si a cada segundo algo la estuviese asfixiando por dentro, como si se hubiese quedado atrapada entre el aire y el viento.
Hubo un momento en el que me miró, y ambas sonreímos, y me fije en sus ojos. Azules oscuro, los más increíbles que había visto desde... y me recordaron a los de cierta niña que conocí hace tiempo... quizás fuese la misma, tenía que ser ella... que ya había crecido y que ya había abandonado...
No dijimos nada, cada una siguió a lo suyo, pero en un instante, en un simple reflejo, vi en sus ojos un "No soy lo que todos pensáis".
Entonces, se me vino a la cabeza la letra una canción... Eleanor Rigby, de los Beatles. 
Concretamente, unos versos...
"All the lonely people... where do they all come from? All the lonely people... where do they all belong?"
¿De donde viene? ¿A donde pertenece? Quizás Paul McCartney también la hubiese conocido.
Se sacó las gafas, dobló el paño, y guardó todo en su carpeta con extremo cuidado, despacio... como si todo fuese de cristal, como si fuese a romperse, como su alma. Como su sonrisa, y su piel de porcelana... estaban desgastadas, abandonadas... muertas.
Como ella.