viernes, 24 de febrero de 2012

¿Difícil?

Difícil es ver como ella muere poco a poco.
Difícil es ver como su piel, antes morena como el cacao, cada vez se vuelve más y más pálida. Hasta el punto que parece tan frágil como el papel, casi transparente...  Difícil es ver como los ojos amarillos más bonitos del universo, los ojos más profundos y cambiantes, que siempre eran un foco de luz en la oscuridad, que siempre eran tu salvación, se vuelven inexpresivos, mientras se apagan cada día más. Difícil es ver como la fuerza con la que lo afrontaba todo se desvanece despacio, con su vida. Aunque su valentía permanezca.
Difícil... Difícil es escuchar como su voz, la que te da los buenos días todas las mañanas como una caricia del viento, la que te susurraba un "Te amo" y todo se volvía más fácil, se quiebra. Se rompe como las alas de un pequeños pajarillo que volaba libre. Y un día, de pronto, la voz más preciosa del mundo, en bajo, con un hilo de susurros que suenan como un cristal roto, te dice: "Me voy a morir"
Difícil es saber que hacer en ese momento. Difícil es decirle que todo va a ir bien, cuando sabes que no la puedes engañar, difícil es no echarse a llorar.
Difícil es sentir como el corazón que aunque no fuese tuyo te daba la vida, deja de latir, lentamente.
Difícil es no volverse loco en ese momento, no romper en mil pedazos y morir también.
Difícil es estar con ella cada día, sonriéndole, cuando ni siquiera tienes fuerzas para parpadear.
Difícil es estar haciendo como que no pasa nada, hablando de todo, por miedo a que gane el silencio, y todo se desmorone.
Difícil es que ella no quiera pasar el tiempo que le queda en el hospital, encerrada entre cuatro paredes blancas, pues ella es libre y lo será hasta el final. Difícil es que quiera vivir contigo sus últimos días, haciendo lo que hacíais siempre, amándoos hasta el infinito. Difícil es que quiera morir en tus brazos y que tú no tengas valor para negarte a nada, porque además, en el fondo, tampoco quieres hacerlo. Porque también quieres estar con ella hasta el final, y a ser posible, morir también. Porque aunque amabas la vida, la amabas más a ella, y ahora, ya no crees en nada.
Difícil es darle las buenas noches, decirle que la amas, dormiros sonriendo, esperando otro día juntos y que a la mañana siguiente ella no se despierte.

Sí. Eso es difícil.

Eternamente efíemeros

Cuenta aquella vieja historia, que eso era amor. Amor en estado puro, amor de verdad. Sincero, dulce, y de los que duelen. Porque si algo duele, importa. Es extraño... A quién odiamos, quién nos odia, jamás podrá hacernos tanto daño como alguien a quién amamos. Aquel cuento contaba una historia normal y corriente, como la de cualquiera de nosotros, sin embargo, diferente y única. Como todas. Ninguna historia es igual, ni siquiera, la misma. Todo depende de quién la cuente, de a quién y de como la quieran entender.
Cada historia es distinta, libre, cambiante y solo los protagonistas saben la verdad.  Los reales y los imaginarios. Aunque lo imaginario es real. Y lo real es imaginario. Pero, como se suele decir... esa es otra historia, y debe ser contada en otra ocasión.
Todo esto es como la música... Nadie sabe la intención del compositor al poner una síncopa , nadie sabe lo que sentía con cada nota y cada silencio. Solo sabemos lo que sentimos nosotros al tocar o escuchar esa canción. Y quizás podamos intuir lo que quiere decir el que la toca...
¿Me estoy desviando, verdad? Bueno... Es que esta es mi historia, y yo la cuento así. Pero también, a la vez, es la de todos y cada uno de vosotros. Es cambiante como el silencio, y solo cada uno sabe su propia verdad.
Esta historia trata de ... llamémosles Ella y Él. ¿Él y Él? ¿Ella y Ella? ¿Tú y Yo? Qué más da...
El caso es que se conocieron,conectaron, rieron, se amaron en silencio, a gritos, discutieron, se fueron, lloraron, se echaron de menos a cada segundo, volvieron, fueron felices... y así, hasta el final. No es una historia perfecta, o quizás, sí. Porque la vida no es un gran cuento de hadas, o quizás, sí...
Con caballeros, príncipes, ogros, villanos, héroes y antihéroes. Bufones, payasos, actores, directores, cuervos y mariposas. De todo. Hechizos, canciones, fiestas, entierros, batallas, pérdidas, muerte... Vida. Sueños.
Pero lo cierto es que sí hay finales felices. Muchos otros no... demasiados. Pero no estoy aquí para hablar de eso. Solo para contaros esta historia de todos y de nadie, y deciros que tuvo un buen final. La mía por lo menos. Pues Él y Ella, fueron, son y serán, eternamente felices. Efímeramente eternos.
Ahora vosotros podréis contar lo que queráis sobre esta historia, sobre la vuestra, sobre la de quién sea. Y acabará bien o mal, o simplemente, igual que esta, no acabará.
Y todas serán distintas aunque hablen de lo mismo. Y todas serán iguales aunque hablen de cosas distintas. Y todas serán verdad, y todas serán mentira. ¿Acaso importa? Algún día alguien las contará, diferentes, por supuesto. Quizás estén contando lo mismo que vosotros, y ni siquiera sepan de la existencia de vuestra historia. Quizás intenten contar lo mismo y no se parezca en nada. Pero... ¿qué más da?
Escribid y contad como amasteis hasta morir, y seréis eternos.

¿Y ahora qué?

Él le dijo adiós... "Adiós para siempre, pequeña" Y allí se quedó ella, parada en medio de la calle, intentando despertar. Intentando asimilar algo que ya sabía desde hacía tiempo, pero que se había negado a aceptar.
Era una persona que siempre luchaba hasta el final, hasta que todo estaba perdido... a veces, incluso un poco más. Y ahora... no podía creérselo. Se iba, se iba... de verdad. Ya no había remedio, no había nada que hacer, ya no... Ya no. Y allí seguía ella, sin moverse, mirando al infinito vacío. Mirando nada, mirando todo. Viendo como sus sueños se hacían añicos, viendo como todo lo que quería se desmoronaba poco a poco, se rompía como el cristal, y los trozos se le iban clavando, cada vez más profundamente, en el corazón.
Y no podía reaccionar, no conseguía pensar, moverse, llorar, gritar... nada. Nada. Todo estaba vacío, lleno de ruido, de emociones que no sabía como interpretar, de dolor, de palabras sueltas, de espirales, de vueltas... de nada. Confusión. Nada. Todo. Nada.
Y de pronto, una lágrima fugitiva...
Levantó la mano, despacio, casi a cámara lenta, y la cogió. La miró, son creérselo. Allí estaba, aquella primera lágrima, aquella pequeña gota de agua salada hecha de cristal, a más dolorosa... Y algo se le clavó en el estómago. Otra lágrima. Y por un momento se sintió aliviada. Pero solo por un momento. Después volvió a bajar los ojos hacia sus manos, que temblaban, a mirar la lluvia que había caído de sus ojos y... dio media vuelta y caminando como si le pesara el aire, se alejó, sin mirar atrás, despacio. Muriendo. Desapareciendo. Decidida a irse para siempre... mientras se preguntaba: ¿y ahora qué?