miércoles, 3 de julio de 2013

Vivimos para recopilar recuerdos y morimos por olvidarlos.

Con el tiempo no distingo mis sueños de la realidad. Tantas campanadas llenas de polvo, tantos días de lluvia... Al final solo queda el viento, y un montón de reflejos en cristales rotos.
Y allí quedan las sonrisas, el primer beso y las promesas en las noches de verano. Allí en destellos, quedan todos los aciertos, el primer invierno que pasamos en París y el día en que les conocí.
En los bordes del cristal se graban los errores, en ese filo de infinitas caídas están las situaciones que nos hicieron crecer de golpe, nuestra esencia, la lucha por ser nosotros mismos... el amor.
Cuando recogemos los trozos de nuestra vida, unimos errores con sonrisas, y formamos un perfecto espejo lleno de rasguños, con alguna grieta y sin algún pequeño trozo... Y ahí nos miramos, y nos damos cuenta que a pesar de las arrugas, tienes los mismos ojos y la misma sonrisa que el día en el que le conociste.
Tu vida se ha basado en dejar bolígrafos y bolígrafos en distintas libretas. En dejarte los dedos y el corazón en las cuerdas de un arpa olvidada en tus pensamientos. Viviste para sentir. Naciste para cambiar el mundo, y quizás te quedaste en un anhelo.
Es curioso que escribas esto con los mismos 17 años que te dan la vida, con miles de deseos todavía por cumplir, con demasiadas cosas que aprender y con mucho mundo que cambiar. Pero es que quizás hoy eres "demasiado vieja como para morir joven" y te das cuenta de que el tiempo no pasa en vano, y que en el fondo, el olvido actúa.
Mañana, por suerte o por desgracia, quizás será otro día, y volverás a tener ganas de ser siempre joven, sin ninguna anestesia y con mucho dolor. Con la vida a flor de piel, sin tapujos, sin debilidades... o con ellas.
Solo hoy te das cuenta de que en ciertas situaciones Peter Pan te abandona... Solo hoy, un buen día de verano, que amaneció con niebla y atardeció con azul.