miércoles, 26 de marzo de 2014

13 de Marzo

Un cielo de porcelana azul pintaba el mundo con una suave realidad. Sus pasos coloreaban las calles al ritmo de una paseo hacia ninguna parte.
Se perdía entre la gente.
De porcelana era también su piel, pálida en todas las estaciones, acariciándose con un melena pelirroja en todos los contratiempos del aire.
Era una armonía... Entre verano y margarita, invierno y poesía, otoño y viento. Era la primavera de Vivaldi.
Era, sin duda, melodía. La de una pluma suspendida en el tiempo, que se graba en un recuerdo, y acto seguido, se va a sobrevolar el horizonte.

Impulsos

Quise dejarme caer en el abismo de tus ojos oscuros mientras jugábamos a ser astronautas en mi habitación, pero en el precipicio de tus pupilas encontré unos negativos con fotos olvidadas. Y allí me perdí...
Me hice aguja entre la historia de tus recuerdos y los hilos sueltos de tu vida.
Nunca pensé que el negro fuera contigo, aún teniendo en el fondo, alma de poeta de lluvia y de músico quiebra cristales. Pero entre aquellas cajas de cartón y polvo, había demasiados olvidos.
Te convenciste a ti mismo.
Te asfixiaste a ti mismo.
Llenaste las corcheas de polvo, limpiando silencios sin límite. Presuponiendo, juzgando... Te olvidaste de creer, de respirar, incluso de amar. Y me arrinconaste. Me apretaste contra tus propios límites, e intentaste también, olvidarme... Pero sabes, viejo amigo, que siempre nos quedará el último té por tomar.