Se perdía entre la gente.
De porcelana era también su piel, pálida en todas las estaciones, acariciándose con un melena pelirroja en todos los contratiempos del aire.
Era una armonía... Entre verano y margarita, invierno y poesía, otoño y viento. Era la primavera de Vivaldi.
Era, sin duda, melodía. La de una pluma suspendida en el tiempo, que se graba en un recuerdo, y acto seguido, se va a sobrevolar el horizonte.
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