martes, 20 de agosto de 2013

TU

Un montón de cartas, de versos, de recuerdos... Todos acumulados en mi interior deseando salir, y no saben como.
Nos sobran las palabras, como nos sobraron siempre... pero ahora que no puedo mirarte a los ojos para que lo sepas todo, me resulta más difícil explicarte lo que ocupa el infinito.
Y por una vez, yo, que escribo mejor de lo que hablo, no sé ni siquiera por donde empezar.
Me gustaría poder escribirte algo que estuviera a tu altura... Pero no puedo. Siempre fuiste demasiado grande en todos los aspectos.
Decías que eras borde... Pero se te escapaba la dulzura por las comisuras de los labios cuando intentabas hacerte el enfadado. Incluso cuando lo estabas de verdad eras guapo. Máscaras de Don Malote que te salían bastante mal porque eras lo más bueno de este universo...
Ahora mismo echo de menos cada sitio y tacto de tu piel. Cada cara en cada contexto, cada tono de voz, parpadeo y abrazo. Verte reír siempre fue un regalo. 
Mi pequeño gran friki, siempre tan alto y tan fuerte frente a todas las adversidades. Y en el fondo casi casi tan sensible como yo. 
Siempre preocupado por los demás... Por hacer feliz a todo el que te rodease. Soñador como el que más, y no tan pesimista como decías... Arriesgando siempre todo por amor. Ahí estaba la clave. El amor. Eras amor. 
Y lo serás siempre. Amor por la música, por tu familia, por tus amigos... Amor incluso por el mundo cuando te proponías cambiarlo, y eso que en teoría lo odiabas. Pero en el fondo de ti había ganas de luchar.
Y lo conseguiste. Conseguiste hacerlo girar en otra dirección, con las lecciones que nos dabas día a día...
Adorábamos discutir, llevarnos la contraria, pero al final, de manera inexplicable, siempre llevabas la razón. ¿Por qué siempre lo sabías todo? Y aunque no fuese así, te lo inventabas, aplicabas tu “improvisación y léxico avanzado” y parecía que todo lo que salía de tu boca era cierto. Ponías esa sonrisa de superioridad y decías, “Já, gané” y a pesar de que todos sabíamos que el cielo no es rosa, al final un día amaneció y tuviste razón. Como de costumbre.
Era una preciosidad verte tocar la guitarra, jugar a tus videojuegos favoritos y escucharte hablar entusiasmado de cosas que yo nunca entendía. Eras listo como nadie y vago como nadie. Lo eras todo. Y lo serás siempre. 
Serás como de costumbre mi sonrisa, mis ganas de seguir adelante, de ponerme en pie... 
Ahora mismo el mundo me parece vacío, sin viento ni vida... Calles abandonadas se ahogan con tu ausencia... No hay nada más que agujas escondidas en las sombras, clavándose en lo más profundo de nuestros corazones. 
Pero saldré adelante por ti, porque te hubiese gustado, y me hubieses pegado y hecho cosquillas si hubiese un mínimo ápice de derrumbe. 
Te prometo que yo nunca me rendiré, no lo hagas tú tampoco, y estés donde estés, sonríe como cuando te metías conmigo y yo me hacía la indignada. Como cuando tropezaba, o decía alguna estupidez... 
Mi sonrisa renació gracias a ti, y será tuya hasta nuestro infinito Pásalo bien en Nunca Jamás, que también es tuyo. Ya sabes, nunca, es la medida de lo eterno... Y te pedí que nunca te fueras, y sé que no lo harás.
Te quiero, y lo haré hasta el final... 
Con toda mi alma, Tomás, con todo mi corazón.

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