martes, 4 de octubre de 2016

Te regalaré todas mis cadenas

Sentí el tacto de tu piel en el aire, moviéndose, bailando entre las notas de una melodía suave con sabor a desayuno. Mis manos giraban en el infinito, despacio. Me trasladé flotando a un lugar maravilloso, dejándome llevar hacia una calma sinuosa... había un gran ventanal y todo tenía un color cálido, brillaba, no sé si por el sol, o por el resplandor de tu sonrisa, siempre ganando batallas en nombre del amor.
Sonreí y abrí los ojos. Todo lo que tenía delante en realidad era diferente. Seguías estando lejos, la ventana era un poco más pequeña, había unas cuantas nubes y tu piel solo era uno de los muchos recuerdos que tengo totalmente vivos en mi memoria. Pero no me importó, estaba totalmente feliz sabiendo que aún a tanta distancia sigues teniendo el poder de hacerme soñar despierta.
Me sorprendió que daba igual a dónde fuese o a dónde intentase huir, porque siempre estaría atada a ti... y que eso no me importase. Volví a sonreír.
Supongo que porque aprendí que eso es el amor, sentirse libre aún sabiendo que hay cosas de las que no puedes escapar. Sentir que aún viviendo todo aquello que quieres, tienes ganas de volver a un lugar porque hay alguien que hace que todos tus sueños sean aún más infinitos. Alguien que les da incluso más valor que tú mismo y por quien renunciarías a todos y cada uno de ellos. Pero sabes que no te va a hacer falta, porque así es el amor.
Una atadura, un compromiso, que te libera el alma.
El amor... Si es real, puede con todo. Pase lo que pase.

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