martes, 5 de marzo de 2013

Lirios y orquídeas

Se escondía bajo las hojas secas de su pequeño y viejo invernadero, hablando con sus plantas y aquellas ilusiones con formas de mariposa. Tenía  los aleteos de viejos fantasmas en su mente, la sombra de la luna le nublaba los ojos y guardaba al viento en su corazón. Había más secretos enredados en su piel, que en mil libros perdidos.
Los párpados se le habían marchitado en forma de vida, eran mapas hacia aquello que los demás llamaban locura.
Solían decir que estaba olvidada en viejas historias, soñando con volver a algún lugar en el que nunca había estado, soñando con aquellas hadas perdidas en los pétalos de su memoria.
Sus canas eran del color en de las rosas en invierno y de las margaritas de primavera. Sus pestañas de la brisa que desprenden las cuerdas de un arpa.
Era diferente, era realmente especial y por eso estaba loca. Porque no se resignaba solamente a ser rutina en un reloj y deshacerse en polvo con sus agujas, porque no quería desprenderse de sus castillos hechos de ramas y tierra en lo más alto de un sueño. Porque no se limitaba a existir, y no quería irse de sus mundos infinitos, porque sabía que más allá de lo visible, estaba lo real. Sabía los cuentos que les contaba el sol a las flores en las más bonitas tardes de invierno, y los secretos de la luna en una fría noche de verano.
Porque había entregado su vida a aquello que amaba, a lo más profundo de su corazón... y ahora, cuidaba sus plantas, que siempre habían estado ahí.

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