viernes, 26 de agosto de 2011

Tormentas de verano.

Se levantó, con rabia, y sin dar explicación alguna salió de casa. En la calle hacía frío, el cielo estaba cubierto de nubes y amenazaba con llover. Era agosto.
Lo cierto es que ni siquiera se fijó en ello. Desde hacía mucho tiempo, todos los días le parecían iguales. Caminaba entre la gente, impasible. Sin más. Tenía la sensación de vivir en un túnel, oscuro, sin salida. Dónde sus paredes le gritaban siempre lo mismo, "Ya no más". Y día tras día se había convencido de ello. Ya no más.
Todo le acabó siendo indiferente. Se encerró en su mundo y dejó de sentir. Ya nada existía a parte de la oscuridad. Sonrisas falsas, mentiras. Emociones olvidadas...
Pero, un día cualquiera, una luz entró en el túnel. Podría decirse que era verde... verde esmeralda, y marrón. Eran los colores de un bosque. De un bosque lleno de secretos... Las paredes comenzaron a gritar, cada vez más fuerte. Aquella luz le daba miedo, pero, no podía dejar de seguirla.
Ya no más. Ya no más. Ya no más.
Miedo, miedo al dolor, a volver a caer en un pozo sin fondo. Pero... aquella luz era libertad, rompería todas los barrotes, se llevaría la oscuridad. Era calma, y lo más horrible, lo peor de todo... era amor.
Ya no más. Ya no más. Ya no más.
La luz iluminó una puerta.
¿Y si la habría? Ya no más.
De pronto, una fuerza olvidada. Algo en lo que siempre había creído salió de su interior. Amor. Él era más fuerte que nada, podía con todo... Ya no más. Ya... No... no. En sus sueños. El mundo lo destruiría, no estaba preparado para abandonarlo todo por un sentimiento... por un sueño... Y eso era todo al fin y al cabo, un sueño, hecho añicos. El amor, no existía.
Ya no más. Ya no más. Ya...
Gritó, y a pesar de todo. A pesar de las paredes, de los barrotes, de la oscuridad y del tiempo, volvió a apostar por lo que creía. Por una simple ilusión. Abrió la puerta y salió. Otra vez, el mundo. Asombroso, increíble... y corrompido por el ser humano.
Y de pronto, la luz se convirtió en una sombra... en una persona, que empezó a caminar y desapareció entre la gente.
Volvió en si. Estaba sentada en un portal. Ya no había nadie en la calle, y por primera vez en mucho tiempo, reparó en el cielo. Las nubes cada vez eran más negras. Se levantó y empezó a recorrer el camino a casa, pero, frenó en seco. Se fijó en una sombra que la observaba desde una esquina. Sonriendo... Ella también sonrió. Un rayo iluminó unos ojos. Marrones y verdes.
La tormenta empezaba.

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