martes, 4 de octubre de 2011

5 de Octubre de 2011

Todo estaba oscuro, todavía era muy temprano. Exactamente las 7 de la mañana. La niebla cubría todos los rincones de aquella estrecha calle.
Ella caminaba observándolo todo, tranquila. Le encantaban aquellas siluetas hechas de aire, que danzaban a su alrededor. Eso era lo único que distinguía, siluetas... No veía nada más a parte de la acera por la que caminaba. Los altos edificios solo eran unas sombras sin identidad, que de vez en cuando, quedaban descubiertas por los faros de algún coche perdido.
Al cabo de poco tiempo andando, desembocó el lado de una vieja fábrica abandonada. Un gato blanco pasó a su lado y se metió por una ranura que había en la pared. Cruzó la calle y entró en el parque. Se acercó al muro y miró al horizonte. Ya se veía algo más... La niebla iba desapareciendo poco a poco. Contempló las luces encendidas del puerto y los barcos dormidos. Se quedó así un rato, admirando lo bonito que estaba todo al amanecer. Miró el reloj, las 7:15. Se dio la vuelta y se fue. Giró a la derecha y descendió por unas empinadas escaleras. Cruzó y llegó al puerto.
Se paró al lado de la barandilla, escuchando los sonidos de la mañana. El mar le dio los buenos días y le dijo que quería contarle mil historias para que ella las escribiese. Como siempre. Los barcos también la saludaron y la invitaron a vivir historias con ellos... Sonrió. A veces tenía demasiada imaginación. Pero hoy no tenía tiempo, la noche iba desapareciendo. Bajó a las pasarelas... Un, dos y giró a la izquierda. Se metió entre los barcos y llegó al final. Se sentó, cruzó las piernas y apoyó la espalda en aquel barco blanco... La pasarela de madera se movía al compás del mar bajo su cuerpo. Cerró los ojos y llamó al viento, que empezó a soplar.
Le acarició la cara y ella, aún con los ojos cerrados, empezó a llorar. Y mientras las lágrimas la desgarraban poco a poco, le dijo al viento:
-Hola... Tienes que decirle algo... Por favor... tienes que decirle, que... yo... dile...- y se lo contó todo. Le explicó todas y cada una de las cosas que había hecho y el por qué. Le dijo lo que nadie sabía, como jamás lo había contado. Su realidad era distinta a lo que todos veían y aún así, había sido...
Abrió los ojos de pronto, justo a tiempo para escuchar al viento despedirse, con un mensaje invisible.
Se levantó y se secó las lágrimas. Miró todo una vez más y se fue hacia ninguna parte.
***
Un momento después, en otra ciudad el viento entraba por una ventana y despertaba, tirando unos papeles, a un chico con el pelo del color del Sol. Él, se levantó y sin escuchar, cerró la ventana, molesto. El viento intentó entrar, intentó explicarle, pero él solo volvió a tumbarse.
El viento en su intento de decir, se quedó sin palabras, y el Sol, se quedó sin saber.

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