domingo, 2 de octubre de 2011

Echar de menos lo inexistente

Todavía era por la mañana. Hacía buen día, muy buen día... Parecía verano. Mientras miraba por la ventana, la brisa caliente del mar le acariciaba la cara y le revolvía el pelo.Contemplaba el paisaje y pensaba en lo bien que se estaba sin sujetador. De vez en cuando cerraba los ojos y respiraba... Se sentía genial. Solamente llevaba unas pequeñas bragas negras pero aún así tenía calor. Qué Octubre tan raro.
Se giró y miró hacia su viejo escritorio. En él una libreta abierta, sin escribir... completamente en blanco. A su lado, un bolígrafo.
Se quedó observando sin pensar. Se acercó y se sentó en la silla. Hacía mucho tiempo que había dejado de escribir, hacía mucho tiempo que no tenía nada que decir... pensó que quizás también debería dejar de hablar. Sonrió. Cogió el paquete de tabaco y encendió un cigarro.
El Sol hacía que su piel brillara y dibujaba sombras en la habitación. Todo había cambiado, pero, todo seguía igual. Aquella casa siempre le hacía echar en falta algo, pero nunca sabía el qué. Aquella vieja casa siempre la había inspirado para escribir cosas sin sentido, para llamar a lo invisible, para echar de menos lo inexistente, pero, ahora...
Se levantó y se miró en el gran espejo. Su larga melena ya le llegaba por debajo de la cintura. Quiso pensar... quiso volver a soñar como antes. Como siempre, pero... Simplemente se hizo una trenza, encendió otro cigarro y volvió a la ventana.

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