martes, 11 de octubre de 2011

El hombre es el sueño de una sombra

Era por la mañana. Estaba en su gran piso de París. Todavía no tenía muebles, tan solo había un piano y un viejo colchón en el suelo. Se sentía tentada a dejarlo así, pero, estaba sola y tanto espacio libre la agobiaba. Ella, quería enormes muebles antiguos. Espejos, armarios y mesillas de madera oscura. Quería llenar las paredes desde el suelo hasta el techo de estanterías a reventar de libros, de discos y de miles de relojes a distintas horas. Quería paredes llenas de fotos, recortes de periódico, pósters y dibujos. Una casa como ella. Desordenada, a lo loco y sin sentido…
Y una sala completamente vacía, simplemente con una silla, partituras y si gran piano de cola.
Si, tenía la casa perfecta, en la ciudad perfecta.
Se acercó a los grandes ventanales del salón y corrió las cortinas. Un Sol cegador entró de repente y disipó todas sus fantasías. Miró a su alrededor y vio todas las cajas que tenía sin abrir. Todavía le quedaba mucho por hacer. Pero daba igual. Ya estaba allí.
De repente sonó el timbre. Le dio un vuelco al corazón, contestó… Ya le traían todos los muebles.
Al cabo de unas horas ya estaba todo montado. Cada mueble en su sitio, y ella, tumbada en su nueva cama, sonreía. Ya podía empezar.
Se acercó a la caja que tenía más próxima y la abrió.
No comió nada en todo el día a parte de una pequeña manzana. No paró hasta que cada cosa estuvo en su sitio. Lo tenía todo pensado, tenía todo lo que quería, como lo quería. A su gusto.
Terminó a altas horas de la noche y estaba muy cansada, pero se sentía satisfecha. Por fin lo había dejado todo atrás, para ella las cadenas ya no existían, ya no amaba a nadie. Aunque, nunca nadie había existido. Todo eran mentiras y ahora volvía a tener la oportunidad de empezar de nuevo con una vieja amiga, la verdad.
Ya no echaba de menos nada, ni a nadie… O eso se repetía una y otra vez. Que tonta era, No sabía nada, o si, pero, intentaba volver a empezara empezar de nuevo sin pensar, intentaba que su vida fuese real, que ella fuese real mintiéndose. Empezaba con una mentira. Y de las peores, se mentía a ella misma, una y otra vez, además, en el fondo, lo sabía, pero daba igual, no iba a reconocerlo. Estaba…. ¿feliz? No. Simplemente no estaba. No sabía donde estaba. Desde luego no en la realidad. Pero no se paró a pensarlo, daba igual.
Decidió estrenar la ducha. Cogió una toalla y su bata de seda negra. Se desnudó y dejó la ropa tirada en el suelo. Se metió en la ducha, abrió el agua caliente y cerró los ojos. Sintió el agua recorriendo su piel…
Cuando acabó, se secó despacio y solamente se puso la pequeña bata. Se peinó el pelo y se enrolló una toalla. Se miró al espejo y vio sus ojos apagados, más marrones de lo normal, como solían ponérsele cuando algo no iba bien, pero no le prestó atención, sería la luz… Ahora todo era así, ella ya no pensaba, daba igual.
Cuando iba a sentarse al piano volvió a sonar el timbre. Que raro… eran por lo menos las 3 de la madrugada. No iba abrir, tenía miedo, pero aquella persona insistía, quizás necesitase ayuda, o… Con miedo, sin hacer ruido, fue hacia la puerta, temblando sin poder contenerse la abrió y… apareció sin más, todo aquello que quería dejar atrás. Apareció el pasado.
Si, allí estaba él. Serio, y de pronto ella casi no podía aguantarse de pie. Se agarró al marco de la puerta, intentando no caer, intentando no llorar, no derrumbarse de nuevo ante sus ojos verdes…
-¿Qué… qué haces aquí?
-Te fuiste sin despedirte.
Se hizo el silencio. Ella lo miró y ya no pudo aguantarlo más, lágrimas y más lágrimas empezaron a recorrer su cara cuando dijo:
-Tú…tú…me dejaste- Y tras pronunciar aquellas palabras se desmayó.
Despertó un poco más tumbada en cama y sintió una mano sobre la suya. Se giró con cuidado de no hacer ruido y lo vio. Sentado en el suelo, con la cabeza apoyada en la madera de la cama, dormido. El viaje había sido demasiado largo. ¿Y total para qué? ¿Para verla a ella? No… No soportó aquella visión, quiso morir. Quiso gritar, quiso abrir la ventana y dejar que se la tragara el vacío. Rabia, tristeza, impotencia… Pero por otra parte, ¿amor? ¿alegría? No sabía lo que sentía. Él había vuelto y eso significaba algo, y ella sabía el que, pero no quería aceptarlo. En parte quizás porque era demasiado orgullosa, y en parte por miedo. Por miedo a volver a sufrir.
De pronto, llorando, cerró los ojos y sonrió. Le quería, y había sido así desde aquel día tan extraño. Aunque intentase dejarlo atrás, no podía. Presente, pasado y fututo. Casi le dio un ataque de risa, todo era una tontería. Saltó de la cama, así, llorando y riendo. Él despertó y sin más ella le besó. Los relojes se pararon y el tiempo dejó de existir. Se abrazaron y ella suspiró.
Joder, estaba completamente loca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario