domingo, 3 de abril de 2011

Mente y corazón.

-No le gustaría que lo hicieras.
-¿Pero, no habías dicho que te daba igual y que pasarías de el?
-No, eso lo dijiste tú, no yo. No he prometido nada.
-Y si tu no eres yo... ¿Quién eres?
-Tu corazón.
-Y si tu no lo dijiste, entonces, ¿quién?
-Tu cabeza.
-¿Y, a quién le hago caso?
-Tu sabrás.
-Estoy hecha un lío. Sufriré de todos modos.
-Entonces, no tienes nada que perder.
-O quizá si.
-Hazlo sin pensar y punto. Haz lo que te salga de dentro.
-Entonces, te estoy haciendo caso a ti, no a mi mente.
-Lo sé.
-Y yo sigo si saber que hacer.
-Pues, tú eras la que decía que había que hacerle caso al corazón. Siempre que fuera lo correcto claro. A veces, también hay que hacer lo que dice el cerebro.
-En este caso...
-Es lo mismo.
-No, ni siquiera sé que es lo correcto y lo que no.
-Porque en este caso lo correcto y lo incorrecto no existen.
-¿Entonces...?
-Entonces pequeña Uxía, aquí es cuando tienes que tomar tú sola una decisión. Y yo no te puedo ayudar.
-¿Por qué?
-Porque sería la misma discusión, de a quien le hacerle caso y a quien no. Yo, lo veo todo desde el punto de vista de los sentimientos. Y la cabeza desde lo científico y lo práctico. Mientras el cerebro filosofa, yo actúo impulsivamente.
-Pero..¡YO SIGO SIN SABER QUE HACER! estas cosas jamás se me dieron bien, y no quiero joderla otra vez... siempre el mismo error...
-¿Le quieres?
-Si.
-¿De verdad?
-Si.
-Pues ya está.
-¿El qué?
-Lo que debes hacer.
-...
-¿Hay un sentimiento de por medio no?
-Si...
-¿Cuál?
-...amor.
-Pues entonces debes hacerme caso a mi, porque el amor traspasa y rompe todas las barreras y leyes de la mente humana. La cabeza no puede entenderlo.
-Tienes razón. Gracias.
-No hay de que. Pero, recuerda, que de vez en cuando, también hay que pensarse las cosas.
-Buff! Me estas liando querido amigo.
-Eso pretendo.
-¿Porqué?
-Para que veas que no es tan simple como para preguntar que hacer y que no... Hay cosas que debes hacer tú sola.
Y esa es una de ellas.
-Está bien. Gracias por todo.
-De nada.
De pronto, Uxía le preguntó a su mente:
-¿Y ahora que hago?
Y, porqué será, que, a veces, mente y corazón, están de acuerdo y dicen lo mismo.

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