lunes, 18 de abril de 2011

Te quiero.


-Dices que morirías por amor. Pero no sabes nada de la muerte.
Tampoco nada del amor.
-¿Acaso tú si?
-¿Yo? Si. Lo sé todo. Porque yo no existo, estoy muerta. Porque yo, he muerto por amor.
* * *
Ahora ya no soy yo. Mi corazón se fue. Me lo arranqué.
Es cierto, estoy viva, si. Pero no siento. No estoy muerta, pero no tengo corazón…
Raro ¿Verdad? Ahora tengo una máquina, una especie de reloj que bombea sangre y me mantiene con vida. Ni siente ni padece. Igual que yo. Porque a mi ya nada me importa.
Te quiero, te quiero más que a nada, y te fuiste. Y en ese momento, cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, cuando me di cuenta de las cosas, el dolor llenó todos los rincones de mi cuerpo, incluso aquellos más recónditos que no sabía ni que existían.
Y no era solo un dolor de esos que se causan cuando algo dentro de nosotros se rompe, algo que no sabemos lo que es, no era solo ese dolor de cuando se te clava un sentimiento, un dolor de esos que nunca sabes cómo explicar. Hay muchos tipos de dolores, y en ese momento, yo los sentí todos.
También el dolor físico, me dolía todo el cuerpo, casi no podía ni moverme. Me dolía el corazón, y esas cosas invisibles que tenemos dentro de nosotros, que no sabemos lo que son, pero están ahí y que duelen, duelen más que nada.
Ya no lo soportaba más. Era horrible. Me desgarraba, me retorcía. Era, insoportable.
Entonces, haciendo acopio de mis últimas fuerzas, fui hacia el baño, me miré al espejo, me sequé las lágrimas que resbalaban por mis mejillas, y dije en voz alta:
“Ni una más. Ni una lágrima más.”
Me lavé la cara y volví a pintarme los ojos, como si no hubiera pasado nada, impasible, con una máscara sin rostro, vacía.
En ese momento, justo ahí fue cuando lo alejé todo de mi, desterré las emociones, todo tipo de sensaciones, todo, y con ellas se fueron los sentimientos. Fue ahí cuando dejé de estar viva, para pasar a un estado, que ni iba ni venía, transitaba.
Fue horrible. Pero de repente, todo se calmó, ya no sentía dolor, era libre de las lágrimas, y no sentía. No sentía nada… pero eso me dio igual, porque lo importante era que ya no dolía.
Quizás si volvieras… Y cuando pronuncio estas palabras, cuando digo esto, lo digo sin emoción, con un rostro impasible, con una máscara vacía, porque ya no siento nada. Ya no hay melancolía, ya no te echo de menos, porque ya no siento. Quizás si volvieras, volvería a sentir…
O no…ahora mismo me da igual, cómo todo. ¿Qué? ¿Pero que tontería es esa? ¿Cómo iba a darme igual que volvieras? No, te quiero, te amo. Oh… no, ahora vuelve todo, el dolor, las lágrimas, no, no, te perdí, el aire se va poco a poco, mis pulmones se encogen, empiezo a ver borroso a través de mis ojos empapados, todo da vueltas… y tú no estás para salvarme. Negro. Estoy en un estado de semiinconsciencia, en una burbuja, si poder parar de llorar, sin poder respirar, y lo último que pienso antes de caer, antes de rendirme al negro, es que te quiero, y siempre lo haré, que me alegro de todo lo que viví contigo, sin borrar nada, fui feliz, a tu lado, lo último que pienso es que no me arrepiento de nada, que jamás quise a nadie tanto como tú, y que si todo acaba ahora, valió la pena. Negro, negro, el mundo da vueltas, el aire me falta, lágrimas.
Te quiero, te quiero, y te quiero. Te amo.
Eso es lo último que pienso antes de caer al suelo, y acto seguido, morir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario